Dichosos i felices es un videopoema producido con Leonardo Cullari, Laura Morán y Luciano Piccili.

Y el ojo que ve, que siempre ve, va y vuelve, y todo lo registra.
El archivo es implacable como el tiempo que atraviesa los cuerpos. El tiempo-espacio se muere en cada segundo y no vuelve, la carne se desintegra; el presente, entonces, no existe, somos sólo pasado.
La infancia que se desintegra, paisajes que ya no están, la documentación de una Argentina que resplandece y brilla, que sólo existe en los recuerdos, o tal vez, ni siquiera eso. Imágenes que ya no son, niños que ya no viven, que ya no juegan. Mundos, creencias, que se desvanecen en las promesas del futuro que no fue.
La máquina que nos ganó, el ideal de modernidad que se impuso. Primero fue el vapor, y ese tren arrollador se transformó en robot, el robot que hoy piensa por nosotros, sueña por nosotros y come por nosotros.
Los niños juegan Dichosos i Felices, se divierten al lado de un Banco, el futuro parece asegurado, pero solo es el hambre y la desocupación. La felicidad como utopía.
El archivo se desintegra, se transforma en ridículo. Lo único que perdurará por siempre al lado del ombú es la pelota con la que juegan, la pelota que distrae y abstrae en todos los tiempos. Los superhéroes nunca llegaron, o tal vez se llamen barras bravas.
El pasado se desintegra delante de nosotros, se nos ríe. La posmodernidad que nos pulverizó, hoy no somos.
Y el ojo que ve, que siempre ve, va y vuelve, y todo lo registra.

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Dichosos i felices is a videopoem produced with Leonardo Cullari, Laura Morán and Luciano Piccili.

And the eye that sees, that always sees, goes back and forth, and records everything.
The archive is implacable as the time that crosses the bodies. Time-space dies in every second and does not return, the flesh disintegrates; the present, then, does not exist, we are only past.
Childhood that disintegrates, landscapes that are no longer there, the documentation of an Argentina that shines and shines, that only exists in memories, or perhaps, not even that. Images that no longer are, children who no longer live, who no longer play. Worlds, beliefs, that vanish in the promises of the future that was not.
The machine that won us over, the ideal of modernity that was imposed. First it was steam, and that sweeping train became a robot, the robot that today thinks for us, dreams for us and eats for us.
Children play happily and happily, they have fun next to a bank, the future seems assured, but it is only hunger and unemployment. Happiness as utopia.
The archive disintegrates, becomes ridiculous. The only thing that will last forever next to the ombú is the ball they play with, the ball that distracts and abstracts in all times. The superheroes never arrived, or maybe they are called barras bravas.
The past disintegrates in front of us, it laughs at us. The postmodernity that pulverized us, today we are not.
And the eye that sees, that always sees, goes back and forth, and registers everything.